La sexualidad es una fuerza esencial y turbulenta en el desarrollo de cada persona; una fuerza que presiona desde el inicio mismo de la vida y que en las etapas de la infancia y la pubertad se manifiesta con el inconveniente de que es sentida como excesiva a consececuencia de las sensaciones e interrogantes que trae consigo.
Partamos de una premisa: existe una sexualidad infantil y por lo tanto una curiosidad sobre lo sexual en los niños. ¿Cómo lidiar con estos procesos?, ¿cómo pensar la curiosidad sexual de los niños? A los adultos muchas veces nos es dificil acoger la sexualidad de la infancia y adolescencia precisamente porque acarrea dudas, preguntas, excesos. Entonces, a modo de respuesta, evitamos dicha sexualidad con temor o incluso emitimos rápidos juicios de valor sobre asuntos como la masturbación: "esto está mal", "esto no se hace" o "esto te va a hacer daño".
Sobre la curiosidad
La curiosidad de los niños se nutre de incansables preguntas, fantasías y sensaciones, a veces explícitas y otras circulando en silencio. Preguntas que incluyen el origen de los niños, o fantasías acerca de lo que sus padres hacen por la noche, o sensaciones experimentadas a partir de la experiencia de ver un cuerpo desnudo. Pero en la infancia la sexualidad es también un lugar de exploración y juego; y en la pubertad un lugar de despliegue y socialización.
Para pensar en ella nos gusta una imagen de Marcelo Viñar, psicoanalista uruguayo: "la sexualidad es como el terremoto o el tsunami; todo está calmo y sereno y súbitamente irrumpe algo que invade y descontrola (pero que por suerte no mata)”. Por ello, ningún sermón de los padres, libro o charla de educación sexual pueden atender realmente el impacto que producen estas experiencias en tanto tienen como centro la excitación y la perplejidad. Es por ello que Viñar nos dice que la educación sexual no es informar. Pero ojo: no creemos que informar deba ser descartado, sino que es insuficiente para hablar de sexualidad. Lo esencial de lo que inquieta a niños y púberes no está en los datos sobre la reproducción o el cuerpo, sino en las fuertes sensaciones y transformaciones que implica.
Entonces, ¿qué podemos hacer los adultos? Acompañar, aunque no sepamos con certeza las respuestas. También es clave tolerar, contener y modular algo del alboroto levantado por la sexualidad. Pero lo más inocente y sano –para la inquietud y curiosidad, para la confusión o para el desborde en la conducta de la vida sexual temprana– es que los adultos estemos disponibles.
Sobre la disponibilidad
Estar disponibles implica ofrecernos como sujetos que nos reconocemos sin certezas, sin absolutos, sin saberes enciclopédicos, “sin Kamasutras”. Existen situaciones en las que la diferencia entre lo correcto y lo transgresor es nítida y otras donde los límites son borrosos. No siempre es sencillo opinar acerca de lo que está bien y lo que está mal. El reto para padres y educadores es asumir la falta de definiciones certeras entre lo correcto y lo problemático y no sólo enseñar lo que es adeucuado y aceptado. La posición que proponemos es la de explorar y reconocer, explicitando incluso a veces lo que "nos" y "los" inquieta, para transmitir una disposición a pensar en las cosas más que para definir rápidamente. Tal vez la propuesta es la de también preguntar a nuestros hijos cómo lo ven ellos, o por qué lo ven así.
Sobre los cambios
Es importante reconocer el gran alcance exploratorio que tiene la sexualidad en la niñez, así como su estrecha relación con el juego y el desarrollo de la curiosidad. De hecho, en esta etapa, el juego, la fantasía y la sexualidad están ligados a la curiosidad. Pero demos un breve salto: ¿cómo podemos entender los “juegos sexuales” infantiles? Si jugar y hacer son áreas indiferenciadas en la infancia, entonces los adultos deben ser los encargados de dar respuesta y brindar categorías para diferenciar qué situaciones están en el terreno del juego y cuáles son acciones que buscan alivio. Los niños necesitan marcos y coordenadas de referencia, pero no absolutos; necesitan saberes, pero no certezas. Es un borde delicado: ¿qué de lo que damos y decimos produce orden y qué encierro?
Ahora, para quienes luego del desvío aún quieren pistas: aquí, un breve recorrido de la sexualidad a lo largo del desarrollo.
Luego de la infancia, en la latencia (entre los 6 y 12 años), según una mirada evolutiva, los chicos entran en un período de tránsito en el desarrolllo que implica una relativa suspensión de la sexualidad. Se trata de un momento de “almacenamiento de recursos”, a modo de una preparación para la turbulencia adolescente.
En la adolescencia la sexualidad cobra notorio protagonismo. En esta etapa, el cuerpo se impone con una magnitud muchas veces excesiva para la mente, y al adolescente se le presentan situaciones novedosas y extrañas. Esto explica sus múltiples estrategias para dominar y controlar ese cuerpo, como la ropa ancha o extravagante, los tatuajes, los piercing, rituales de higiene, etc. La adolescencia –en parte por la explosión sexual en el cuerpo- desdibuja la distancia entre hacer y pensar. Así pues, los adolescentes muchas veces en vez de imaginar las cosas (o además de) tocan, curiosean: hacen cosas.
Así, cuerpo y acción son dos factores que, junto a la vida social, van a dar forma a los distintos modos de transitar la adolescencia. Hay chicos que por temor a la confusión quieren saltearse la turbulencia y domestican la sexualidad: "yo mejor me quedo estudiando, salir es por gusto", o "para qué me voy a poner esa ropa, con buzo estoy bien". Son chicos Pseudoadaptados, o “latentes eternos”, que idealizan el mundo adulto como “conocedor”. En el otro extremo, hay chicos que lo denigran. Rompen con todas las categorías y borran la diferencia entre lo infantil y lo adulto, lo bueno y lo malo, lo privado y lo público, lo propio y lo ajeno, lo permitido y lo prohibido, etc... y esto se expresa en conductas transgresoras y/o modos de experimentación “extravagantes”. Un ejemplo: "Me robo el auto y manejo con mi brevete falso, y nadie se da cuenta; mis viejos están en otra, no entienden cómo es la cosa". O este otro: "Me ponen sus filtros en la compu, pero yo igual hago lo que quiero y como quiero, hasta con su tarjeta de crédito...".
En PSI estamos convencidos de que el gran catalizador de la sexualidad y la confusión es el grupo de pares. Los amigos, en esas circunstancias, pueden ser un sostén tan significativo como la familia, y pueden permitir y orientar el tránsito adolescente.