Jugar es aprender

Jugar es inherente al desarrollo. Es un modo de intentar conocer y aprehender el mundo,  así como de intentar conocerse a uno mismo y a los otros. En esta entrevista, nuestros especialistas fundadores, Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff, nos ofrecen más pistas sobre la importancia del juego en la niñez.

juego de niños

¿Qué significa la niñez hoy?

La idea de niñez es un producto de cada época. Si tuviéramos que definir algunas cuestiones que caracterizan a los niños de hoy, diríamos que estos tienen una relación de menor lealtad con el pasado, así como una menor necesidad de almacenar conocimientos. Hoy, ser niño es estar dispuesto a experimentar.

Entre la escuela y las tareas, ¿tienen los niños tiempo libre para experimentar? 

Deberían tenerlo. Creemos que buscar una forma para combinar cierto desarrollo de destrezas, como las que te da la escuela, con tiempo destinado a la experimentación, cosa que se podría dar en el tiempo libre es una tarea ardua. La búsqueda de esta combinación implica exigencia para los padres.

¿Por qué es importante que los niños tengan tiempo para jugar?

El tiempo del juego habilita la dimensión imaginativa, que es muy trabajosa. Por eso cierta velocidad crucero es tan necesaria. Sino estamos bajo la idea de que uno debe estar todo el tiempo produciendo cosas. Para nosotros el juego no es sinónimos de diversión o placer, aunque puede incluirlos. También es un trabajo, tan importante y serio como el trabajo de los adultos. Desde PSI creemos que el sostén de las destrezas y habilidades necesarias para el desarrollo está en la capacidad para jugar y la dimensión imaginativa que esta produce.

¿Qué se puede producir en el tiempo libre, por ejemplo?

Ese lapso de los tiempos no ocupados, los tiempos libres, del silencio, de la espera o la incertidumbre, es un tiempo que pueden habilitar la aparición de “las novedades” o la creación de preguntas.

Los padres de ahora creen que está mal que los hijos jueguen en la computadora o en la tablet y ya no en el patio. ¿Es eso un problema? ¿A qué crees que se debe esa visión?

Siempre los adultos nos remitimos a nuestra infancia y a nuestro modo de jugar como referencia, eso impide  enterarnos y entender el valor de otros juegos donde la presencia, el cuerpo o la palabra han sido sustituidos por la imagen.  Son dos modos distintos de jugar y dos modos distintos de estar con otros. Muchas veces se piensa que el juego en la computadora, el play station o la tablet son juegos aislados, y no necesariamente conducen al aislamiento, aunque es un riesgo posible.

Te lo ordeno porque soy tu padre

El concepto de familia ha cambiado, y lo que antes era un espacio de diálogo en un solo sentido (los padres siempre dan órdenes), ahora es un campo de batalla entre padres que creen saber cómo educar a sus hijos e hijos que creen saber qué es lo que necesitan. ¿Hay alguna pista para la reconciliación? ¿Los hijos deben seguir siempre las reglas de casa?

Seguramente todos conocen a esa mamá que le dijo a su hijo que no ponga las manos en el enchufe, pero este la desafió y la puso. Solo cuando recibió la descarga eléctrica aprendió, a través del dolor, que no debía volver a hacerlo. Esa lógica nos lleva a pensar que toda desobediencia tiene un castigo y que es mejor seguir las reglas para evitarlo. Pero, ¿no es acaso mejor preguntarnos si toda desobediencia es mala en si misma?  

Lo primero que deberíamos entender es que “hay reglas que uno cumple sin saber, y sobre todo sin interés de saber. En ese sentido, algunas violaciones de las reglas en la niñez y adolescencia pueden ser expresiones de curiosidad e interés, y no solo deben ser leídas en clave de trasgresión o desafío”, dicen nuestros especialistas Audrey Fleischmann y Eitan Gomberoff.

Lo segundo que debe quedar claro es que las reglas son necesarias porque tienen un valor metodológico, pues ordenan y permiten establecer diferencias de roles como el de padre/hijo u adulto/infante. Pero que sean necesarias no significa que sean inflexibles: “Dentro de una familia, los criterios de autoridad tienen que ver más con una idea de autorización. Es más fácil decirle al hijo come la sopa porque yo te lo digo a que buscar nuevas formas. La autoridad es algo que se gana entre la negociación de dos o más, sino, es autoritarismo”, dice la psicoanalista Janine Puget en esta entrevista (Minuto 16:20).

Por último, es importante saber que toda persona (sea niño, púber o adulto) no es la misma en todos los espacios. La frase “mi hijo es un diablo en casa y un santo en la escuela” no debe significar a priori un problema de inconducta. Más bien, refuerza la idea de que hoy los padres deben estar más dispuestos al diálogo con sus hijos y no juzgar cada incumplimiento con los mismos criterios: “deben estar dispuestos a interpretar, a construir las reglas junto a sus hijos, ayudarlos a que sepan los costos, beneficios y consecuencias de una actitud, sin que eso signifique abandonar las prácticas de regulación”, concluyen Audrey Fleischmann y Eitan Gomberoff.

¿Cuál es el rol del maestro en la actualidad?

En la modernidad, se creía en una sola manera de preparar a los alumnos para el futuro: el profesor es quien enseña y el alumno es quien escucha. Hoy, las diversas formas de comunicación han desdibujado esos límites. ¿Cuál es el rol del maestro en la actualidad? A manera de pista, una frase del filósofo alemán Martín Heidegger: “El maestro es quien le enseña a sus alumnos que es él quien tiene que aprender de lo que ellos producen, y no ellos los que tienen que aprender de lo que él diserta”.

“En mis tiempos, los alumnos eran más respetuosos…”.

Esa frase demuestra que, aún cuando las nuevas tecnologías han redefinido nuestros modos de interrelación, muchos de los maestros todavía mantienen una mirada retrospectiva sobre la enseñanza. El problema de ese raciocinio es obvio: los tiempos han cambiado, “hoy, la vida social empieza desde de los 18 meses. A diferencia del Siglo XX, ya no hay una idea clara de cómo tienen que ser los alumnos. Es una época de incertidumbre. Los chicos van haciendo camino al andar”, dice el psicoanalista Julio Moreno en esta entrevista.

El asunto se complejiza más en la secundaria porque es la etapa en la que los jóvenes empiezan a desprenderse de algunos vínculos con el hogar paterno y la familia, y es cuando el colegio se convierte en un espacio de identidad. Por eso, los maestros deben estar dispuestos a poner en suspenso muchas de sus creencias y  mostrarse, desde cierta ingenuidad, disponibles a enterarse de los intereses de cada estudiante, como por ejemplo, las herramientas que emplean para comunicarse (Facebook, Skype o recientemente Snapchat).

El aprendizaje se construye desde el diálogo

“Uno de los significados de la palabra alumno es “sin luz”.  Si el maestro considera que el alumno no tiene luz, y que él, como maestro, tiene toda la luz, la enseñanza es casi como proponerle que se eduque para que alcance esa luz. Eso es una mala práctica: es mejor que el maestro se muestre como un adulto dispuesto a enterarse y aprender del alumno”, dice el psicoanalista Julio Moreno en esta entrevista que le hicimos:

El aprendizaje mutuo y el diálogo son maneras adecuadas para una relación productiva, sobre todo cuando los jóvenes están cada vez menos predispuestos a obedecer reglas fijas. Un ejemplo destacable es lo que sucede con la educación en Finlandia; ahí, la escuela Saunalathi, situada por varios años en lo más alto del ranking del informe PISA (Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos), funciona bajo un objetivo claro: ser un espacio de diálogo, en el que los alumnos potencien la comunicación con el maestro y la integración con la comunidad. De ahí que sus amplios y luminosos ambientes sean modelos arquitectónicos que se rebelan contra las clásicas estructuras de los colegios, y que los maestros sean una especie de guías, antes que autoridades rígidas.

Hoy por hoy, la idea del profesor sabelotodo es una noción caduca porque se sustenta en una lógica de autoritarismo y asimetría con el alumno. Pero, ¿se puede perder autoridad al establecer vínculos horizontales y simétricos con el alumno? No negamos que ese escenario es posible, y por eso creemos que el profesor necesita mostrarse siempre disponible al alumno, pero tomando recaudos, para que ese acercamiento no implique abandonar la diferencia que tiene con ellos en relación a lugares y funciones.

 

Desafíos de la crianza en el siglo XXI

 

Los niños de hoy cuentan con un gran volumen de información desde muy temprano. Ello lleva a las familias a construir vínculos bajo una lógica distinta a la del “gobierno de los padres”. El castigo, por ejemplo, ya no funciona como método formativo, quizá porque la idea de autoridad ahora está más ligada a la idea de autorización, es decir, a la idea de negociación o la idea de un poder que se gana en el diálogo. ¿Qué desafíos implican estos nuevos escenarios en la crianza y en contextos como el de la rutina o el bullying? La psicoanalista Janine Puget conversa con PSI.

En los zapatos del otro

Lo importante en el proceso de entender al otro, tanto para llegar a acuerdos como para tener una convivencia armoniosa y fructífera, no pasa tanto –como se cree– por la identificación ("eso también me pasó a mí") sino por la capacidad de aceptar las diferencias y por enterarse. Es decir, por querer comprender a partir de lo que nos distingue o separa. 

Por Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff 

 

Solemos creer que tenemos la capacidad para sintonizar perfectamente con el otro y a eso le llamamos: “entenderlo”.  La empatía –la posibilidad de ponerse en el lugar del otro– es uno de los ideales más valorados de las relaciones, pues les da a los vínculos cierta comodidad y alegría cuando se alcanza. Y  cuando no, produce dolor, frustración y hasta reproche y autoreproche.

La idea de entender al otro ha sido muy pensada desde “lo semejante, lo común”. ¿Cuántas veces hemos sentido o escuchado: "te entiendo, a mí me pasó..."; "créeme, esto ya lo viví..."; "te lo digo porque estoy en la misma..."; o "te aconsejo porque a mí me sirvió y seguro que a ti te servirá..."?  Sentirnos unidos, sentirnos ligados a otro, creer que se nos puede entender completamente, es una necesidad humana y una ilusión que muchos consideran indispensable a la hora de sostener un vínculo.

Demandamos que el otro sepa cómo nos sentimos, que entienda nuestro punto de vista. Nos alivia creer que podemos hacer lo mismo: "ponernos en los zapatos del otro", saber cómo piensa. Es desde ahí que se definió muchas veces la amistad, el amor, e incluso algunas prácticas de crianza. Cuando esto es logrado, aparece la promesa de unión, de unidad. En contraposición, cuando no se logra, aparecen la desilusión y el reclamo de por qué “no nos entienden”.

En nuestra práctica como psicoanalistas nos encontramos con permanentes malentendidos de este tipo en las parejas y también en la relación entre padres e hijos. Es habitual escuchar cosas como: "antes nos entendíamos, él era así y yo asá y los dos lo sabíamos, estaba claro. Ahora no se qué nos pasa”.

¿Qué hacer frente a este recurrente desajuste, frente a la imposibilidad de ser lo que el otro imagina, desea o espera que seamos?  ¿Cómo dejar de aspirar a coincidir?  ¿Y cómo, incluso, empezar a reconocer que en la diferencia, en la brecha entre uno y otro–entre padre e hijo, en la pareja, en la amistad, en la relaciones educativas– hay un campo de producción y creación muy grande?

Algunas ideas

Tal vez lo primero es dejar delado las exigencias de coincidencia. No molestarse ni pensar que estamos fallando cuando ese "entender" no se da. Reconocer o aceptar que no es un fracaso el no poder "ponerse en los zapatos del otro". Y es que, en verdad, cada uno tiene sus propios zapatos: acomodados, deformados y transformados por sus experiencias únicas y singulares.

Desde PSI creemos que la noción de comprender está muy ligada a la aparentemente simple –pero exigente– disposición a "enterarse" de eso que no sabemos y muchas veces asumimos del otro; de un hijo, de la pareja, de un alumno o de un amigo.

Lo que llamamos “enterarse” a veces se inicia con cierta desilusión porque nos hace sentir la diferencia, nos separa, nos muestra que no somos uno. Pero esa desilusión es habitualmente positiva porque muchas veces motoriza o promueve un encuentro.

 Dos aproximaciones frente a la misma situación

 Versión 1: El otro día Pablo le explicaba a su padre la dinámica de un juego en red. El padre lo miraba preocupado ya que, en su concepción, jugar es jugar a la pelota, a las cartas, incluso a la computadora, pero no con otros en la red.  El padre decía: "Pablo, yo sé de lo que te hablo, hazme caso, es mucho mejor jugar con tu amigo, invítalo a casa. Además, ¿nunca juegan con cosas que existen de verdad? Hazme caso, te acabo de comprar un Monopolio para que invites a unos amigos y jueguen aquí". Pablo, un tanto decepcionado, recibe el monopolio y se retira a su cuarto.

 Versión 2: El otro día Pablo le explicaba a su padre la dinámica de un juego en red. El padre lo miraba preocupado ya que, en su concepción, jugar es jugar a la pelota, a las cartas, incluso a la computadora, pero no con otros en la red. El padre decía: “Pablo, ¿me puedes explicar de qué se trata? No sé de lo que me estás hablando, yo jugaba a otras cosas. Te pido que me tengas paciencia porque no me es fácil entender”.

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Desde PSI creemos que entender es estar dispuesto a enterarse. Y para enterarse hay que partir de una escucha que intente suspender nuestros supuestos o prejuicios.  Porque "asumir" es sencillo. Y "enterarse", altamente exigente. Pero lo que viene después hace que el reto valga la pena. 

 

 

 

EL TSUNAMI DE LA SEXUALIDAD

Una de las características que define a la sexualidad en el desarrollo es que toma diversas formas en sus distintas etapas, pudiendo convertirse durante la adolescencia en un auténtico tsunami que desorganiza la experiencia. Aquí algunas pistas acerca de lo que podemos esperar en el comportamiento de los chicos y cómo responder en tanto padres o educadores. 

Por Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff

La sexualidad es una fuerza esencial y turbulenta en el desarrollo de cada persona; una fuerza que presiona desde el inicio mismo de la vida y que en las etapas de la infancia y la pubertad se manifiesta con el inconveniente de que es sentida como excesiva a consececuencia de las sensaciones e interrogantes que trae consigo. 

Partamos de una premisa: existe una sexualidad infantil y por lo tanto una curiosidad sobre lo sexual en los niños. ¿Cómo lidiar con estos procesos?, ¿cómo pensar la curiosidad sexual de los niños? A los adultos muchas veces nos es dificil acoger la sexualidad de la infancia y adolescencia precisamente porque acarrea dudas, preguntas, excesos. Entonces, a modo de respuesta,  evitamos dicha sexualidad con temor o incluso emitimos rápidos juicios de valor sobre asuntos como la masturbación: "esto está mal", "esto no se hace" o "esto te va a hacer daño".  

Sobre la curiosidad

La curiosidad de los niños se nutre de incansables preguntas, fantasías y sensaciones, a veces explícitas y otras circulando en silencio. Preguntas que incluyen el origen de los niños, o fantasías acerca de lo que sus padres hacen por la noche, o sensaciones experimentadas a partir de la experiencia de ver un cuerpo desnudo. Pero en la infancia la sexualidad es también un lugar de exploración y juego; y en la pubertad un lugar de despliegue y socialización.

Para pensar en ella nos gusta una imagen de Marcelo Viñar, psicoanalista uruguayo: "la sexualidad es como el terremoto o el tsunami; todo está calmo y sereno y súbitamente irrumpe algo que invade y descontrola (pero que por suerte no mata)”. Por ello, ningún sermón de los padres, libro o charla de educación sexual pueden atender realmente el impacto que producen estas experiencias en tanto tienen como centro la excitación y la perplejidad. Es por ello que Viñar nos dice que la educación sexual no es informar. Pero ojo: no creemos que informar deba ser descartado, sino que es insuficiente para hablar de sexualidad. Lo esencial de lo que inquieta a niños y púberes no está en los datos sobre la reproducción o el cuerpo, sino en las fuertes sensaciones y transformaciones que implica. 

Entonces, ¿qué podemos hacer los adultos? Acompañar, aunque no sepamos con certeza las respuestas. También es clave tolerar, contener y modular algo del alboroto levantado por la sexualidad. Pero lo más inocente y sano –para la inquietud y curiosidad, para la confusión o para el desborde en la conducta de la vida sexual temprana– es que los adultos estemos disponibles. 

Sobre la disponibilidad

Estar disponibles implica ofrecernos como sujetos que nos reconocemos sin certezas, sin absolutos, sin saberes enciclopédicos, “sin Kamasutras”. Existen situaciones en las que la diferencia entre lo correcto y lo transgresor es nítida y otras donde los límites son borrosos. No siempre es sencillo opinar acerca de lo que está bien y lo que está mal. El reto para padres y educadores es asumir la falta de definiciones certeras entre lo correcto y lo problemático y no sólo enseñar lo que es adeucuado y aceptado. La posición que proponemos es la de explorar y reconocer, explicitando incluso a veces lo que "nos" y "los" inquieta,  para transmitir una disposición a pensar en las cosas más que para definir rápidamente. Tal vez la propuesta es la de también preguntar a nuestros hijos cómo lo ven ellos, o por qué lo ven así.

Sobre los cambios

Es importante reconocer el gran alcance exploratorio que tiene la sexualidad en la niñez, así como su estrecha relación con el juego y el desarrollo de la curiosidad. De hecho, en esta etapa, el juego, la fantasía y la sexualidad están ligados a la curiosidad.  Pero demos un breve salto: ¿cómo podemos entender los “juegos sexuales” infantiles? Si jugar y hacer son áreas indiferenciadas en la infancia, entonces los adultos deben ser los encargados de dar respuesta y brindar categorías para diferenciar qué situaciones están en el terreno del juego y cuáles son acciones que buscan alivio. Los niños necesitan marcos y coordenadas de referencia, pero no absolutos; necesitan saberes, pero no certezas. Es un borde delicado: ¿qué de lo que damos y decimos produce orden y qué encierro?

Ahora, para quienes luego del desvío aún quieren pistas: aquí, un breve recorrido de la sexualidad a lo largo del desarrollo. 

Luego de la infancia, en la latencia (entre los 6 y 12 años), según una mirada evolutiva, los chicos entran en un período de tránsito en el desarrolllo que implica una relativa suspensión de la sexualidad. Se trata de un momento de “almacenamiento de recursos”, a modo de una preparación para la turbulencia adolescente. 

En la adolescencia la sexualidad cobra notorio protagonismo. En esta etapa, el cuerpo se impone con una magnitud muchas veces excesiva para la mente, y al adolescente se le presentan situaciones novedosas y extrañas. Esto explica sus múltiples estrategias para dominar y controlar ese cuerpo, como la ropa ancha o extravagante, los tatuajes, los piercing, rituales de higiene, etc. La adolescencia –en parte por la explosión sexual en el cuerpo- desdibuja la distancia entre hacer y pensar. Así pues, los adolescentes muchas veces en vez de imaginar las cosas (o además de) tocan, curiosean: hacen cosas. 

Así, cuerpo y acción son dos factores que, junto a la vida social, van a dar forma a los distintos modos de transitar la adolescencia. Hay chicos que por temor a la confusión quieren saltearse la turbulencia y domestican la sexualidad: "yo mejor me quedo estudiando, salir es por gusto", o "para qué me voy a poner esa ropa, con buzo estoy bien". Son chicos Pseudoadaptados, o “latentes eternos”, que idealizan el mundo adulto como “conocedor”. En el otro extremo, hay chicos que lo denigran. Rompen con todas las categorías y borran la diferencia  entre lo infantil y lo adulto, lo bueno y lo malo, lo privado y lo público, lo propio y lo ajeno, lo permitido y lo prohibido, etc... y esto se expresa en conductas transgresoras y/o modos de experimentación “extravagantes”. Un ejemplo: "Me robo el auto y manejo con mi brevete falso, y nadie se da cuenta; mis viejos están en otra, no entienden cómo es la cosa". O este otro: "Me ponen sus filtros en la compu, pero yo igual hago lo que quiero y como quiero, hasta con su tarjeta de crédito...".    

En PSI estamos convencidos de que el gran catalizador de la sexualidad y la confusión es el grupo de pares. Los amigos, en esas circunstancias, pueden ser un sostén tan significativo como la familia, y pueden permitir y orientar el tránsito adolescente.

TODO PUEDE SER DE OTRA FORMA

A veces nos apegamos a ciertas ideas de manera fija, excesiva y hasta fundamentalista. ¿Cuándo una idea pasa a convertirse en una máxima? ¿Cuál es el papel de la duda, la ambivalencia,  e incluso la paradoja, como elementos que favorecen el crecimiento, la socialización, el pensamiento y  el aprendizaje? 

Por Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff

Hablemos sobre el fanatismo haciéndonos preguntas. ¿No es la duda, acaso, un ingrediente clave para el crecimiento, el pensamiento y el desarrollo de vínculos con otras personas?¿Las formaciones fanáticas, desde las más moderadas hasta las más dogmáticamente devotas, no proponen deshacernos de la ambivalencia para configurar modos y mundos en donde las "creencias" se transforman en "convicciones absolutas"?

Las implicancias del fanatismo en el desarrollo son muchas, pero queremos enfocarnos en dos: el pensamiento y el modo de vinculación con los otros. En ambas dimensiones (si bien en distintos grados e intensidades) todo aquello que no corresponde a lo obvio y toda idea que no es una convicción es percibida como algo que perturba, interfiere y que, por tanto, debe ser suprimida. En muchos casos, esa supresión se exige de manera intolerante y violenta. Si tomamos las migraciones humanas de hoy como ejemplo, diremos que lo extranjero, aquello que no se puede nacionalizar, es inaceptable y por lo tanto se propone su destierro o eliminación.

De la frustración a la fe
En muchos casos, la frustración que nos generan distintos factores de nuestra vida se ve aliviada por la formación de una devoción dogmática. Así, al menos ese espacio mental formado por nuestra fe se verá libre de frustración porque nuestras ideas y emociones serán compartidas sin discusión con otras personas con las mismas ideas y emociones. Si lo piensas bien descubrirás que el fanatismo siempre viene ligado a cierta forma de aislamiento o gueto, como un modo de preservar nuestra convicción y de mantenerla a salvo.

Además, en términos religiosos, lo sagrado debe ser separado de lo humano, porque lo humano conlleva duda, ambivalencia, paradoja y complejidad. Y ello podría hundirnos en las “peligrosas” aguas de la profanación y el sacrilegio. Desde esa perspectiva:

- Lo sagrado no admite dudas ni preguntas. 
- Lo eficaz es tal, si es que no se complejiza. 
- Lo bueno nunca es ambivalente. 

El desarrollo personal y colectivo pueden verse seriamente truncados por el fanatismo. El principio del pensamiento es la pregunta, la duda, la contraposición de ideas. Por lo tanto lo que “es así” siempre podría ser de otra forma, y en el camino entre un punto y el otro podremos descubrir muchísimo más que si solo miramos fijamente a cualquiera de los lados.

 

¿Y SI NO ESTAMOS PREPARADOS?

El mundo de hoy no da tregua. Desde muy pequeños nos exige estar listos para ocupar ciertos lugares. Debemos desenvolvernos con confianza y conocimiento en situaciones tan distintas como el primer día de clases o el inicio de la vida sexual. Luego se nos exige casarnos, ser padres y luego abuelos. ¿Hay algún desvío ante tanta presión? ¿Existe un escape que nos salve del agobio?

Por Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff

Empecemos con tres casos:

J y S sobre su primer hijo: “El nido es un tema. Averiguamos en varios. Te piden tantas cosas; hasta te hacen un listado. Las expectativas son altas a pesar de estar disfrazadas de amigables sugerencias. ¿Cómo se puede estar a la altura de esos pedidos? Obviamente no queremos que nuestro hijo se quede afuera...”

P y M sobre su hijo de 12 años quien está a punto de pasar a secundaria: "Ambos sentimos que le hace falta un empujón, que aún mantiene conductas, formas y hábitos muy infantiles...”

B busca resolver su problemática vocacional: “Yo la tengo clara, creo; a mis viejos no sé qué les preocupa. Primero lo hizo mi papá, y mi hermano, con inteligencia, siguió el camino y le salió muy bien. La tradición es sabia…”

Muchas veces se instala la idea de que tenemos que estar aptos para "hacer", listos para ocupar los lugares que nos esperan en los distintos momentos del desarrollo: nido, primaria, secundaria, universidad, el inicio de la vida sexual, el matrimonio, la llegada de los hijos e incluso la despedida de los padres.

Pareciera que esas categorías son básicamente espacios a ser ocupados: estudiante, esposo, padre, amante. Y que para poder ocuparlos adecuadamente debemos tener ciertas aptitudes ya desarrolladas, ciertos requisitos cumplidos y ciertos saberes incorporados. Entonces se proponen diversos modos de entrenamiento y preparación para “habitar esos espacios” en las mejores condiciones. Algo así como un gran Kamasutra de cómo habitar los lugares y espacios vitales.

Hace un tiempo, un adolescente nos preguntaba cómo se hace para durar más en una relación sexual. Por más que nos halagó muchísimo la suposición de que en PSI somos expertos en más de un tema, le hicimos saber que es peligroso asumir que el "estar apto" se reduce a un punto de llegada que debemos alcanzar, un espacio al que hay que llegar y ocupar. Todos aprendemos a ser papás cuando tenemos un hijo, y el aprendizaje nunca termina. Todos aprendemos a ser novios cuando decidimos tener una relación romántica y nunca dejamos de aprender a ser una mejor pareja. Y así pasa con todo.

Muchos están convencidos de que los adultos contamos con saberes previos. Esta creencia avala la idea de que para todo hay métodos, con ritmos, formas y tiempos. Métodos que muchas veces se consideran generalizables y universales. Así, estas personas, confiadas en esta creencia, desarrollan, asumen y proponen condiciones preparatorias para las distintas etapas del crecimiento de los demás.

Pero la idea de un crecimiento verdadero puede estar en la búsqueda, en el proceso y en romper con algunas ideas o prácticas preestablecidas. Esa búsqueda de consistencias y continuidades es tan genuinamente humana como cierto grado de producción de inconsistencias. Un desarrollo sin cierto grado de inconsistencia y discontinuidad, solo progresivo, es un pseudo desarrollo.   

Como dijo la historiadora Mariana Cantarelli: “Hay que aprender a mirar lo que hay, lo que es y lo que pasa no solamente desde lo que debería haber, desde lo que debería ser o lo que debería pasar, sino también desde lo que hay, lo que es y lo que pasa”.