¿Y SI NO ESTAMOS PREPARADOS?
El mundo de hoy no da tregua. Desde muy pequeños nos exige estar listos para ocupar ciertos lugares. Debemos desenvolvernos con confianza y conocimiento en situaciones tan distintas como el primer día de clases o el inicio de la vida sexual. Luego se nos exige casarnos, ser padres y luego abuelos. ¿Hay algún desvío ante tanta presión? ¿Existe un escape que nos salve del agobio?
Por Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff
Empecemos con tres casos:
J y S sobre su primer hijo: “El nido es un tema. Averiguamos en varios. Te piden tantas cosas; hasta te hacen un listado. Las expectativas son altas a pesar de estar disfrazadas de amigables sugerencias. ¿Cómo se puede estar a la altura de esos pedidos? Obviamente no queremos que nuestro hijo se quede afuera...”
P y M sobre su hijo de 12 años quien está a punto de pasar a secundaria: "Ambos sentimos que le hace falta un empujón, que aún mantiene conductas, formas y hábitos muy infantiles...”
B busca resolver su problemática vocacional: “Yo la tengo clara, creo; a mis viejos no sé qué les preocupa. Primero lo hizo mi papá, y mi hermano, con inteligencia, siguió el camino y le salió muy bien. La tradición es sabia…”
Muchas veces se instala la idea de que tenemos que estar aptos para "hacer", listos para ocupar los lugares que nos esperan en los distintos momentos del desarrollo: nido, primaria, secundaria, universidad, el inicio de la vida sexual, el matrimonio, la llegada de los hijos e incluso la despedida de los padres.
Pareciera que esas categorías son básicamente espacios a ser ocupados: estudiante, esposo, padre, amante. Y que para poder ocuparlos adecuadamente debemos tener ciertas aptitudes ya desarrolladas, ciertos requisitos cumplidos y ciertos saberes incorporados. Entonces se proponen diversos modos de entrenamiento y preparación para “habitar esos espacios” en las mejores condiciones. Algo así como un gran Kamasutra de cómo habitar los lugares y espacios vitales.
Hace un tiempo, un adolescente nos preguntaba cómo se hace para durar más en una relación sexual. Por más que nos halagó muchísimo la suposición de que en PSI somos expertos en más de un tema, le hicimos saber que es peligroso asumir que el "estar apto" se reduce a un punto de llegada que debemos alcanzar, un espacio al que hay que llegar y ocupar. Todos aprendemos a ser papás cuando tenemos un hijo, y el aprendizaje nunca termina. Todos aprendemos a ser novios cuando decidimos tener una relación romántica y nunca dejamos de aprender a ser una mejor pareja. Y así pasa con todo.
Muchos están convencidos de que los adultos contamos con saberes previos. Esta creencia avala la idea de que para todo hay métodos, con ritmos, formas y tiempos. Métodos que muchas veces se consideran generalizables y universales. Así, estas personas, confiadas en esta creencia, desarrollan, asumen y proponen condiciones preparatorias para las distintas etapas del crecimiento de los demás.
Pero la idea de un crecimiento verdadero puede estar en la búsqueda, en el proceso y en romper con algunas ideas o prácticas preestablecidas. Esa búsqueda de consistencias y continuidades es tan genuinamente humana como cierto grado de producción de inconsistencias. Un desarrollo sin cierto grado de inconsistencia y discontinuidad, solo progresivo, es un pseudo desarrollo.
Como dijo la historiadora Mariana Cantarelli: “Hay que aprender a mirar lo que hay, lo que es y lo que pasa no solamente desde lo que debería haber, desde lo que debería ser o lo que debería pasar, sino también desde lo que hay, lo que es y lo que pasa”.