TODO PUEDE SER DE OTRA FORMA
A veces nos apegamos a ciertas ideas de manera fija, excesiva y hasta fundamentalista. ¿Cuándo una idea pasa a convertirse en una máxima? ¿Cuál es el papel de la duda, la ambivalencia, e incluso la paradoja, como elementos que favorecen el crecimiento, la socialización, el pensamiento y el aprendizaje?
Por Audrey Fleischman y Eitan Gomberoff
Hablemos sobre el fanatismo haciéndonos preguntas. ¿No es la duda, acaso, un ingrediente clave para el crecimiento, el pensamiento y el desarrollo de vínculos con otras personas?¿Las formaciones fanáticas, desde las más moderadas hasta las más dogmáticamente devotas, no proponen deshacernos de la ambivalencia para configurar modos y mundos en donde las "creencias" se transforman en "convicciones absolutas"?
Las implicancias del fanatismo en el desarrollo son muchas, pero queremos enfocarnos en dos: el pensamiento y el modo de vinculación con los otros. En ambas dimensiones (si bien en distintos grados e intensidades) todo aquello que no corresponde a lo obvio y toda idea que no es una convicción es percibida como algo que perturba, interfiere y que, por tanto, debe ser suprimida. En muchos casos, esa supresión se exige de manera intolerante y violenta. Si tomamos las migraciones humanas de hoy como ejemplo, diremos que lo extranjero, aquello que no se puede nacionalizar, es inaceptable y por lo tanto se propone su destierro o eliminación.
De la frustración a la fe
En muchos casos, la frustración que nos generan distintos factores de nuestra vida se ve aliviada por la formación de una devoción dogmática. Así, al menos ese espacio mental formado por nuestra fe se verá libre de frustración porque nuestras ideas y emociones serán compartidas sin discusión con otras personas con las mismas ideas y emociones. Si lo piensas bien descubrirás que el fanatismo siempre viene ligado a cierta forma de aislamiento o gueto, como un modo de preservar nuestra convicción y de mantenerla a salvo.
Además, en términos religiosos, lo sagrado debe ser separado de lo humano, porque lo humano conlleva duda, ambivalencia, paradoja y complejidad. Y ello podría hundirnos en las “peligrosas” aguas de la profanación y el sacrilegio. Desde esa perspectiva:
- Lo sagrado no admite dudas ni preguntas.
- Lo eficaz es tal, si es que no se complejiza.
- Lo bueno nunca es ambivalente.
El desarrollo personal y colectivo pueden verse seriamente truncados por el fanatismo. El principio del pensamiento es la pregunta, la duda, la contraposición de ideas. Por lo tanto lo que “es así” siempre podría ser de otra forma, y en el camino entre un punto y el otro podremos descubrir muchísimo más que si solo miramos fijamente a cualquiera de los lados.