Te lo ordeno porque soy tu padre
El concepto de familia ha cambiado, y lo que antes era un espacio de diálogo en un solo sentido (los padres siempre dan órdenes), ahora es un campo de batalla entre padres que creen saber cómo educar a sus hijos e hijos que creen saber qué es lo que necesitan. ¿Hay alguna pista para la reconciliación? ¿Los hijos deben seguir siempre las reglas de casa?
Seguramente todos conocen a esa mamá que le dijo a su hijo que no ponga las manos en el enchufe, pero este la desafió y la puso. Solo cuando recibió la descarga eléctrica aprendió, a través del dolor, que no debía volver a hacerlo. Esa lógica nos lleva a pensar que toda desobediencia tiene un castigo y que es mejor seguir las reglas para evitarlo. Pero, ¿no es acaso mejor preguntarnos si toda desobediencia es mala en si misma?
Lo primero que deberíamos entender es que “hay reglas que uno cumple sin saber, y sobre todo sin interés de saber. En ese sentido, algunas violaciones de las reglas en la niñez y adolescencia pueden ser expresiones de curiosidad e interés, y no solo deben ser leídas en clave de trasgresión o desafío”, dicen nuestros especialistas Audrey Fleischmann y Eitan Gomberoff.
Lo segundo que debe quedar claro es que las reglas son necesarias porque tienen un valor metodológico, pues ordenan y permiten establecer diferencias de roles como el de padre/hijo u adulto/infante. Pero que sean necesarias no significa que sean inflexibles: “Dentro de una familia, los criterios de autoridad tienen que ver más con una idea de autorización. Es más fácil decirle al hijo come la sopa porque yo te lo digo a que buscar nuevas formas. La autoridad es algo que se gana entre la negociación de dos o más, sino, es autoritarismo”, dice la psicoanalista Janine Puget en esta entrevista (Minuto 16:20).
Por último, es importante saber que toda persona (sea niño, púber o adulto) no es la misma en todos los espacios. La frase “mi hijo es un diablo en casa y un santo en la escuela” no debe significar a priori un problema de inconducta. Más bien, refuerza la idea de que hoy los padres deben estar más dispuestos al diálogo con sus hijos y no juzgar cada incumplimiento con los mismos criterios: “deben estar dispuestos a interpretar, a construir las reglas junto a sus hijos, ayudarlos a que sepan los costos, beneficios y consecuencias de una actitud, sin que eso signifique abandonar las prácticas de regulación”, concluyen Audrey Fleischmann y Eitan Gomberoff.